lunes, 9 de marzo de 2009

ALBERTO RODRÍGUEZ BARRERA - INDÍGENAS CONTRA NUESTRA IGNORANCIA Y CODICIA


El siguiente material nos fue enviado por Alberto Rodríguez Barrera, en esta fecha. Hemos considerado pertinente y necesario colocarlo en nuestro blog, porque abre un debate, muchas veces soslayado y olvidado, por muchas de las razones que allí se exponen.

La población original de muchas de estas tierras, a las que la ‘historia descubridora’ les coloca fecha de fundación cuando fueron apropiadas y expropiadas, por quienes llegaron a ellas en calidad de ‘descubridores’, fue en realidad objeto de invasión y usurpación. A pesar de ser los milenarios habitantes de las mismas.

Con diferente grado de desarrollo habían constituido sociedades con valores, ciencia, arte y tecnología. Sin embargo, se intentó e intenta aún erradicarlos o cercarlos a zonas predeterminadas por las carencias, la persecución y el olvido. Han sobrevivido todos los padecimientos y aún luchan por sobrevivir.

Como bien dice ABR, la llamada ‘civilización’ no ha ofrecido condiciones mejores a los colectivos. De modo que en mucho se asemejan estos seres trashumantes a los que han quedado a merced de todos los padecimientos a los que se aúnan los males de una sociedad pervertida y descompuesta al máximo.

Ayer un niño de seis años me hizo la siguiente pregunta: ¿has visto un ‘indio’ alguna vez? Le respondí: eso que te han dicho que se denomina indio es un ser humano igual que tú y que yo, que sin embargo es marginado, relegado, excluido de la sociedad en la que tú vives. Los ‘indios’ son considerados piezas de museo para ir a verlos y retirarse tranquilamente a pensar la vida sin ellos. Pero sus niños les gusta jugar como tú, y probablemente sepan leer las estrellas mucho mejor que tú.

Esa interrogante sintetiza en mucho la extremada distorsión de la que nos hacemos cómplices.


El artículo de ABR es excelente material para repensar estos temas, que no son en nada ajenos a los que somos. Por el contrario descifrar lo que se nos quiere hacer ver como enigmas, podría ayudarnos a ser mejores seres humanos y a aprehender la especie humana como una única entidad, con sus variables, que aún no se desarrolla y que, por el contrario, está hoy afanada en su exterminio y destrucción totales.


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Durante tres días del mes de mayo pasado, una agencia de protección indígena de Brasil, inspeccionó aéreamente las selvas remotas amazónicas cerca de Perú buscando espacios abiertos en la densidad que indicaran la existencia de tribus aisladas. Dirigidos por un veterano experto en indios, José Carlos dos Reis Meirelles, y guiados por su GPS (sistema de posicionamiento global), el equipo espió las chozas y otros signos de vida, pero nada de gente. Entonces, en las horas finales del último día, el pequeño Cessna voló sobre un claro donde había gente mirando hacia el cielo. El fotógrafo del equipo, Gleison Miranda, tomó rápidamente varias imágenes antes de que el avión regresara.


Las fotos de refugios e indios hostiles con los cuerpos pintados, con arcos y flechas en las manos, recorrieron el globo. Survival International, un grupo que aboga por los derechos de los indígenas, describió al grupo como "no contactado", generando fantasías de celuloide sobre salvajes perdidos que nunca habían visto la civilización, "la última tribu no contactada de la tierra", que reaccionó violentamente al "dios pájaro" en el cielo. Pero luego colapsó la historia. Meirelles afirmó que había estado siguiendo al grupo desde hacía dos décadas. La tribu no estaba perdida ni era no descubierta, el mundo exterior sabía de ellos desde 1910. El error levantó sospechas de que las fotos eran un montaje.

El punto crítico aquí sobre un grupo aislado de nuestra sociedad no es si, en una época de conectividad mundial, vigilancia satelital, y explosivo crecimiento poblacional, podríamos aún tener vecinos no descubiertos en un globo que se encoge. No los hay. De hecho, uno de los amigos de Meirelles notó por primera vez el claro donde la tribu se encontró navegando en Google Earth. Y la verdad es que nuestras reacciones y percepciones de esa gente revela mucho más sobre nosotros que sobre ellos. Fácilmente creemos que una tribu de indios hostiles enfrentando a un avión desde un claro lo hacen por ignorancia y temor.

Pero la posible verdad es más difícil de enfrentar: la tribu ha podido amenazar a los observadores precisamente porque se han enfrentado a algunos de los peores aspectos de nuestra cultura antes, y sufrieron gravemente. Esas fotos de la gente parándose con coraje contra nosotros no son símbolos de su ignorancia, sino de la nuestra.
Los indios de las fotos son probablemente descendientes de los Tano y Aruak, gente cuyo primer contacto sustancial con el mundo occidental ocurrió durante el boom del caucho amazónico a finales del siglo 19 y principios del 20. Entonces, tribus enteras sufrieron de esclavitud o aniquilación por parte de los codiciosos del caucho. Algunos grupos escaparon a la selva. La caída de los precios del latex en 1912 devastó la economía amazónica y cerró el boom del caucho. Pero también permitió un tiempo valioso a los fugitivos, que evitaron la interacción por casi un siglo.

Las autoridades estiman que alrededor de 100 grupos permanecen aislados del mundo exterior en países como Ecuador, Papua, Nueva Guinea, India y Colombia. La mayoría están en Perú y Brasil. Ninguno está "perdido", pero algunos jamás se han encontrado cara a cara con autoridades, jamás han sido estudiados, y han huido, o luchado en contra, todos los intentos por comprometerlos. Si los grupos están "no contactados", es porque lo quieren así.


El antropólogo Darcy Ribeiro calcula que de 1900 a 1970 desparecieron 100 naciones indias de Brasil. Los investigadores buscaron antes contacto con los grupos aislados, pero ahora urgen para no hacerlo. Una y otra vez, los esfuerzos de contacto e integración, fuesen con la intención benévola o maligna, han traído tragedia. La transición es brutal. Enfermedades no familiares o desconocidas matan a menudo más del 90 por ciento de las poblaciones sin resistencia. La pobreza desmoralizadora y el impacto de cambio social rápido puede acabar con el resto. Ninguna oferta de medicina occidental o tecnología puede compensar por la destrucción apocalíptica. La mayoría de los gobiernos, sabiamente, tratan de proteger a los pocos grupos restantes de estos peligros, dejando que las tribus mismas decidan cuando interactuar con los foráneos.


En Brasil han pasado sólo 20 años desde que la constitución renunció a la asimilación agresiva de los indios. Desde entonces, el gobierno ha establecido enormes reservas; ahora la política es observar a distancia y proteger a los grupos. Las autoridades brasileñas han desmantelado aserraderos, arrestado a taladores, repelido a colonizadores, prohibido a buscadores de minas e interceptado a bandidos armados que viajan por la selva.


Pero nuevas amenazas surgen continuamente: los traficantes de drogas abren campos de aterrizaje entre los árboles, misioneros cristianos traen enfermedades, y hasta los indios asimilados atacan a los nómadas reclusivos que llaman masko, "desnudos". La más grande amenaza inmediata, sin embargo, es la vieja, que persigue a los propios árboles, los taladores ilegales que van a lo profundo para tumbar los caobos gigantes de cien años. Después de cortarlos en tablas, los amontonan en camiones o los llevan en balsas que bajan hacia Perú. Para el momento en que la madera ilegal se transforma en bienes de lujo, los árboles valen cientos de miles de dólares cada uno. El comercio total supera los $ 100 millones anuales.


Los peligros que presentan los taladores no provienen meramente de machetes, dinamita y balas. Los taladores deben hacer caminos dentro de la espesa selva para llegar a los caobos, atrayendo a los colonizadores. Los estudios de fotos satelitales evidencian que esos caminos generalmente producen campos despejados de 60 millas de ancho de bosques arrasados para pastoreo y granjas, muchos de los cuales quedan lavados después de algunos años de lluvias tropicales. Si los taladores matan a los indios, los colonizadores dañan al bosque mismo, dificultando más que los sobrevivientes coman.


Mairelles dice que divulgó las fotos sólo porque los ejecutivos petroleros y las autoridades peruanas afirmaron que los bosques donde deseaban perforar por petróleo estaban vacíos. Un portavoz de la compañía Petroperú dijo que los indios nómadas eran producto de la imaginación de los activistas, "como el monstruo de Loch Ness", y el año pasado hasta el presidente de Perú, Alan García, cuestionó su existencia.


La publicidad también es un problema; la curiosidad global sobre las tribus puede ser insaciable. Mairelles ha soportado un torrente de pedidos mediáticos y solicitudes de negocio; los agentes de viaje proponen llamarlo "Turismo Salvaje". Un equipo de cine se coló en una reservación india en el lado peruano al año pasado, violando sus permisos de viaje para buscar locaciones para un reality show, "Las Tribus Perdidas del Mundo". Poco después, una infección respiratoria parece haberle traído la muerte a cuatro indios.


Independientemente del oportunismo de quienes trafican con esto, lo que realmente le estamos ofreciendo a esto indios no es una utopía. Lo que les ofrecemos es la misma pobreza, ansiedad y problemas de salud sufridos por otras poblaciones pobres en su región. Las expectativas de vida entre los grupos indígenas están muy por debajo de las poblaciones principales, aún en países con servicio de salud adecuado. Un billón de personas del planeta ya son parte de la economía global, no tienen agua potable, no saben leer, y viven con $ 1 al día o menos. Dada la elección, también vale escoger sustraerse de un sistema que les ha fallado.


Por ahora las fotos de los indios beligerantes, robustos y con suficiente confianza como para defender su tierra, sugiere que la política de no contacto está funcionando. Pero a medida en que comencemos a ver que su agresión es producto de su familiaridad con las tendencias abusivas y rapaces de nuestra sociedad, ¿estamos aprendiendo a refrenar nuestros deseos y respetar su elección de vivir aparte? ¿Podemos dejarlos tranquilos, o estamos tan sedientos de petróleo, tan enamorados de la caoba, tan resentidos por su decisión de vivir diferentemente, que destruiremos los fragmentos de su mundo, en vez de ponerle algún límite al nuestro? Su extinción, y la persistencia de nuestro modo de vida, no es inevitable. Nos lo han pedido por las buenas, y ahora están dispuestos a luchar por ello.
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